martes, 7 de septiembre de 2010

El accidente

A las cuatro de la tarde una liebre cruzó delante del auto. En un segundo, mordimos la banquina y una silente polvareda cubrió los tapizados. Nos quedamos callados sin apartar la mirada del parabrisas. El horizonte y la humareda del calor se desprendían del asfalto.
Faltaban veinte kilómetros para llegar a Venado Tuerto. Nadie podía moverse. Aún permanecían los dedos incrustados en los asientos, en las manijas de las puertas.
El miedo estaba en esos ojos atroces de la liebre, y al costado del neumático, el cuerpo de la mujer que la llevaba.

2 comentarios:

Alvaro Montenegro dijo...

Qué final más retorcido, pero impactante. Me gustó y me sorprendió cómo se puede decir tanto en tan poco. Excelente blog.

Valeria Zurano dijo...

Gracias, un abrazo, Alvaro.