martes, 14 de septiembre de 2010

El bosque oscuro


Las instrucciones decían: caminar por la costa, bordear esas inhóspitas orillas del mar hasta llegar a la tupida plantación de coníferas.
Seguí las instrucciones al pie de la letra. Caminé once pasos a la derecha, cuarenta a la izquierda, crucé las doradas arenas de los médanos y me detuve con el papel de las instrucciones en la mano. Seguí leyendo. Había que despejar en forma de círculo las hojas que estaban justo debajo de los pies. Quité una leve capa de tierra y abrí la tapa. Adentro había una cadena metálica agarrada a un tapón de goma. No seguí las instrucciones y tiré de la cadena.  Por ese pequeño hoyo se fue el mundo.

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